imageHago un nuevo salto en las crónicas, trastocando la temporalidad lineal en la narración del viaje, ahora quiero escribir sobre Lima. Llegamos el 31 de julio vía Chincha y El Carmen. Estuvimos ahí donde nos encontramos con Pablo. El Carmen es un tranquilo pueblo donde negros esclavos fueron llevados a trabajar en las haciendas de algodón. Actualmente la Hacienda San José tiene un hotel adentro y visita guiada a 20 soles. Nos perdimos el momento en el que el pueblo se moviliza con la llegada de las fechas vinculadas a la independencia del Perú (son cuatro días de feriados que cierran el 28 de julio). Pero cuando llegamos había vida cotidiana; la gente iba, como en estos lugares, a otro ritmo.

En Lima decidimos quedarnos en el barrio Pueblo Libre, es tranquilo y queda cerca del campus de la universidad católica, es bonito para caminarlo. Era mi segunda llegada a la ciudad y volvía a asombrarme con sus inmensas dimensiones. Buses y vanes a Miraflores, al centro histórico, etc. Las nuevas calles y coordenadas para escuchar los anuncios desde los buses y vanes serán «Abancay», «todo Brasil», «Ugarte», «hospital», «La marina», que se le sumarán a las clásicas «pasaje, pasaje, amigo», «pasaje señorita», «baja, baja, baja».

La primera noche planeamos salida nocturna. A Pablo le pasaron el dato de una peña. El conductor de la van que tomamos demostró grandísimas habilidades en el manejo: sorteo en poquísimos minutos un embotellamiento en el ovalo Bolognesi donde termina la Avenida Brasil. Hasta diría que fue el participe necesario para que esa maraña de autos y buses se desenrede. A los gritos, a los bocinazos y subiendosé arriba de la plaza, a las risadas. Un grosso! Luego de esa travesía, metropolitano -lo más occidentalizado del transporte público junto con el metro- que nos dejó cerca a la parranda «La Peña del carajo». Pisco, tarjeta, animador-showman momento en el escenario para reírse de los extranjeros y finalmente pista de baile.

Algo más sobre las andanzas y errancias por Pueblo Libre las escribió -algo machucado- Dani en su perfil de Facebook: hurto en el hostel, denuncia, burocrateada en la comisaría, cartel que anuncia que «tiempo que se pierde, verdad que huye», pantalla porno que salta a la vista de los polis, los denunciantes y el administrador del hostel, comentario alusivo de un política que se hizo cargo, trámites…image

Pero justo el lunes 4, cuando ya llevábamos un par de días en Lima y los circuitos que veíamos haciendo ya los iba asimilando como familiares, me encontré con Antonio. ¿Por qué Antonio? ¿Por qué provocar un cruce con él? Este viaje además de andar por el Cusco, además de ir a los museos de Lima, además de asistir al Congreso de Alaic, tenía como propósito conocer a ciertas prácticas que activan desde la producción cultural. Acciones y actores que se preguntan por el arte, por los espacios de la ciudad, por las periferias, por la acción colectiva. Antonio integra DMJC (dedos manchados en la jungla de cemento), una conocida crew de graffiteros de Lima que lleva más de 15 años interviniendo en la ciudad y además él es organizador del encuentro Alegrarte que busca llevar el graffiti a barrios vulnerables de Lima. Plantea que él no es el creador, sino que el Alegrarte «me encontró a mi, yo soy el vínculo para que se haya creado».

Nos encontramos. Hablamos largo rato. Fuimos de acá para allá por toda la ciudad, por muchas las Limas. Casi nunca nos quedamos quietos. Hice preguntas, charlamos, conversamos, intercambiamos posturas, grabé gran parte de la charla. Pero no era una entrevista tradicional y estructurada. La etnografía no conoce de momentos y tiempos formales y pautados, pero si conoce de moverse por la ciudad y de compartir unas birras y otras cosas.

Hagarramos el auto y le dimos. Me llevó al barrio Pamplona Alta. Graffitero, gestor y articulador apasionado por lo que hace, lleno de inquietudes y preguntas. «¿Por qué no se puede hablar de arte acá?», «¿Cómo no hacerlo?», «¿Cómo hablarle de arte a la gente?», «¿Cómo hacer un trabajo de comunicación acá?» se y me preguntaba Antonio mientras subíamos bien alto en Pamplona, cuando la claridad del sol se desvanecía y dejábamos el auto atrás. Es un cerro lleno de casas humildes -maderas, chapas, algunas de material, donde no llega al agua de red- y repleta de gente. Pamplona es un barrio de Lima que fue poblado, como muchísimos lados en América Latina, por luchas populares que ocuparon terrenos y se asentaron en las «periferias» de las grandes urbes. Allí se realizó la última edición de Alegrarte en diciembre de 2013. Su contacto se dio vía los comedores populares del barrio. Este el el lugar que Antonio eligió para intervenir y seguir. Para ello sus tópicos son «subir, hablar, convencer, tratar, experimentar».

image«Es tranquilazo» me animó Antonio. Nos apuramos a sacar algunas fotos del barrio y otras mirando desde ahí a la inmensidad de luces que se abría. Hablamos con Rosalía, una seño que coordina uno de los comedores. Nos comentó que estaban arreglando las escaleras y que el Alcalde hace meses que no les da los alimentos. «Dice que no hay providor, dice que hay una empresa nomás, no hay más», comentó. Nos contó que con lo que tienen se las están arreglando, siguen. Sobre las pintadas que se generaron en el barrio la seño dijo una frase contundente que nos quedó picando para el resto de nuestra charla: «da vida».

Casi sin preguntarme Antonio me llevó hacia otra Lima. Estábamos en un lugar en donde cualquier limeño medio nos preguntaría por qué nos fuimos allí.

Links de Facebook:

Alegrarte 
DMJC 

«Esa camioneta
lleva sangre que está inquieta»
Sr. Tomate!

imageSiempre un viaje implica retos. Puede ser un reto al hedonismo pequeñoburgués (o mejor clasemediero para que se entienda) para sentir, ver, ir y fotografiar todo! ya que lo que se está haciendo es una experiencia única e irrepetible. El hombre/mujer de clase media cree que algún día va a volver a los hermosos lugares donde estuvo, pero sabe que seguro no sea así (o al menos no sea en mucho tiempo). Por eso las vivencias tienen que ser alucinantes, únicas y deben ser registradas -la fotografía devenida postal es lo típico-. En parte, ese desafío lo estoy llevando adelante.

Pero hay otros retos seguro más interesantes. El desafío físico es uno de los que más me gustan. Siempre que tengo la posibilidad de viajar trato de hacer algunas de esas cosas que te cansan, actividades con las que terminás extenuado. Subida por piedras enormes en el Parque Tayrona -haciendo la ida opuesta a la que hace la mayoría que va por el sendero demarcado-, caminatas y bicicleteadas en el norte argentino, subida a un gran moro y tener como recompensa una hermosa praia en la costa del estado de Sao Paulo, ir montaña arriba hasta llegar a los refugios en El Bolsón -con el glaciar Hielo Azul y nieve incluida- son algunas de las últimas cansaderas que hice.
Este viaje tuvo hasta ahora dos de las grandes que van a la lista: subir a pie hasta la ciudadela del Machu Pichu y una visita en bici a la Reserva Natural de Paracas, a la parte de sus acantilados, miradores y playas (es curioso que todas las que mencioné implican montañas! o geográficas que se van para arriba y se expanden).

El primero fue para mi un poco sufrido al inicio del recorrido. No es por justificar, eh! pero por esos días estuve con las defensas medio bajas por lo que creo que me costó mucho más de lo que esperaba: se me cerraba el pecho y las piernas se me agotaban a los pocos metros de subida. En esa subida mis interlocutores me sacaron ventaja. Creo que quede como el que sólo se viste con ropa deportiva, pero a la hora de (de)mostrar… Ellos subían en jean y pantalón de corderoy! Vestidos como cuando van a laborar!! (Igual también se cansaron).
En ese trayecto de ida hablamos sobre que lo mejor es subir al Machu con tu propio esfuerzo. La tesis iba por ahí, onda hacerlo como lo hacían los incas creo que dijimos; en ese camino ya estábamos tejiendo esas ideas sobre la proximidad con estos pueblos (comentada e historizada por Dani en un muy buen post de su blog).
Esta bien! Teníamos, además de ponernos a prueba, que justificar nuestra no ida en bus como hacian la mayoría de gringos y europeos -es un bus que cuesta 19 dólares y te llega y te trae desde el centro de Aguas Calientes hasta el molinete de entrada de Machu Pichu-. Reforzábamos doblemente entonces nuestra condición de latinoamericanos!

El segundo, en Paracas era agarrar las bicis sin saber muy bien del todo que nos deparada la andada. Alberto del hostel donde paramos nos dio buenas recomendaciones. La idea implícita era, otra vez, hacer la recorrida por la nuestra, sin que te paseen en un tour de dos horas (ojo no estoy en contra de todos los tours!). Fue en buen viaje con subidas y rápidas bajadas. Los objetivos a visitar que fuimos organizado en la ida eran algunas de sus playas y acantilados: buenos miradores para contemplar la reserva natural.

imagePero esta es sólo una parte de lo que se puede hacer y conocer. Paracas es una Reserva nacional y natural creada en 1975 y tiene una extensión de más de 3300 km2. Conserva un ecosistema con mucha biodiversidad y una de las más importantes faunas marinas de América. Además es un pueblo que queda a 250 km del sur de Lima en la provincia de Pisco y región de Ica, que se dedica principalmente al turismo: agencias de viajes por la región -además de los atractivos de la reserva están cerca las famosas línea de Nasca y salen vuelos- hostales, hoteles, restaurantes y minimarket. Una mezcla de ecoturismo y balneario.

En Paracas, la reserva, ese desafío al cuerpo y la mente estuvo presente. Ese momento de sudar un poco, quemarse al sol, secarse la boca, salivar, sentir el viento chocando en la cara y sentir las lágrimas caer solas por los ojos al tomar mucha velocidad en bici. Hacer esfuerzo, cansarse transpirar y sentir que la sangre de todo el cuerpo está movilizada.
También sentirse un poco perdido. Perderse o confundirse como a la vuelta de la travesía, cuando ya se nos iba el sol entre esas dunas gigantes de arena y en la ruta una familia nos llevo en la cajuela de su camioneta hasta la entrada del pueblo. Alguna vez le escuche decir a un amigo que para encontrarse hay que perderse -y agregaría otra, que para dormir hay que cansarse primero-.

Link:
en la ida fui escuchando este disco, «Allá en la tierra»

imageY si, vinimos a Perú y viajamos para el Machu Pichu. Desde los primeros encuentros que fuimos dando algunas coordenadas de este viaje el objetivo era llegar a la ciudadela inka. Fuimos modelando además la forma en la que íbamos a llegar. Descartado el clásico «camino del inka» por su costo, optamos por hacer la llamaba «ruta alternativa al machu pichu». Un recorrido que ya miles y miles han realizado, muchos amigos y conocidos que dejan un saber para los nuevos, pero siempre tiene para el que lo recorra mucho de novedad.

El itinerario que hicimos fue el siguiente: bus de Cusco a Santa María -el viaje más largo de todos, más de seis horas-, de ahí taxi a Santa Teresa -un raid nocturno por el precipicio de las montañas- y de ahí minivan a la Hidroléctrica -otro viaje bien pegado a la caída del río-. Luego caminar durante hora y media por la senda que va trazando la vía del tren hasta llegar al poblado de Aguas Calientes. En total entre los diferentes transportes gastamos 30 soles en ir -algo así como 90 pesos argentinos-.

En esa ida paramos a dormir en Santa Teresa. Llegamos un sábado a la noche, había bastante movimiento en el pueblo. Algunos boliches abiertos se anunciaban con carteles eléctricos, unas luces led con figuras de copas o con sus nombres. La juventud santateriseña daba guerra. Pero había algo más que agitaba al pueblo, un acto político en la plaza central de la agrupación APU. Había bastante gente, muchas camionetas van rodeando la plaza y cubriendo la avenida principal. Había un escenario por el que pasaron y arengaron los candidatos y referentes políticos, luego pasaría una banda haciendo covers de cumbia para cerrar la noche. Se acercan las elecciones de alcalde municipal, consejeros y otros cargos distritales, provinciales y regionales. Por lo que observamos hay mucha fragmentación de partidos en esta región del Cusco (APU, FIA, Tierra y Libertad, PAN, Ayllu, PAPÁ, Mov. regional Tawantisuyo, entre otros más). Quizá devenga -anunciamos cual analistas políticos- en una dispersión de los votantes. En octubre se sabrá. Lo que si nos parecen demasiados candidatos para lugares tan pequeños. Hay varias consignas que nos llaman la atención: «Hasta la victoria, por más obras» y «obras son amores». Las vimos en el pueblo y en los distintos viajes.

Estamos un poco cansados. Buscamos donde quedarnos. La mano viene complicada. «Está el miting -nos dice el que creemos encargado de un hospedaje- todo esta lleno, full». Nos tiran un par en datos. La mayoría se caen. Los hospedajes del pueblo ya cerraron la cortina en la búsqueda de huéspedes. Buscamos uno que nos dijeron pero no lo vimos, lo pasamos de largo. Volvemos a preguntar donde queda. Llegamos. La seño nos quiere sacar la ficha, nos pregunta cosas, dice que tiene algo pero que a unos chicos no les alquiló, la tratamos de convencer. Le decimos que sólo queremos ir a comer y luego volvemos a dormir. Ella tiene el control de las puertas de calle que van a las habitaciones. La convencemos. Accede y nos alquila por una noche un cuarto con baño privado.

Salimos a buscar la cena. Hay varios restaurantes alertas. Venimos comiendo siempre afuera, nada hecho por nuestras propias manos. Puede parecer algo bacan pero le damos parejo a los «menú» de la región que son económicos (ojo, otra veces no). Por un precio que va entre los 15 a los 25 soles tenés entrada (sopa o palta), plato de fondo, una bebida y a veces postre. Elegimos menús y unas cervezas. En este también hay postre: plátano bañado con chocolate. Creo que esa es la combinación que me va a caen mal al otro día. Esa es otra historia.

A la mañana hacemos unas compras de víveres en el mercado, de ahí mismo salen las van a la Hidro. Tomamos una. En ella suben dos chicas y dos chicos españoles que ya nos habíamos cruzado en el viaje a Santa María. Creo que desde ese primer viaje habíamos comentando que no los queríamos volver a encontrar. Pero los y las vamos a cruzar muchas veces en Aguas Calientes y en el Machu Pichu. Hablando supimos que eran del País Vasco y que -al menos uno- conocía en persona al cantante de La Polla Récord. Tenían algo piola.
Finalmente llegamos a Aguas Calientes -luego del trayecto en van, luego de la caminata- pasado el mediodía. La caminata fue muy tranquila y pareja. No fuimos hablando mucho, sino más bien observando el espléndido paisaje: montañas, mucha vegetación, río, rocas, un puente oxidado, las vías. Los sonidos de todos esto. Era un momento para conocer y sentir.

imageAl segundo día de estar en Cusco llegaron mis interlocutores de este viaje: Chempes y Dani. Los encontré por la tarde recostados sobre un sillón-cama del patio del hostel, algo apunados o, como se dice por acá, con sorocho y tomando unos mates con hojas de coca. Venían de un viaje en avión desde Buenos Aires con escala en Lima, y antes desde La Plata a Ezeiza.
Ese sillón funciona como una especie de camilla de emergencias del hostel. Estuvimos un rato ahí charlando y aclimatándonos a la ciudad. Ellos retrataron ese momento de recién llegados con una foto que publicaron en Facebook. La compasión y la ternura se apoderó de los contactos en esa red social. La misma situación de huéspedes recostados en el sillón-cama/camilla de emergencia la vimos repetir varias veces. No sabemos si también se sacaron alguna foto para dar lástima.

Ese día, pero a la mañana, luego de desayunar en el hostel me preparaba para salir a rondar por la ciudad. Cusco es hermosa para caminarla. Una de las chicas de la recepción me dijo que a las 12 salía de la Plaza Regocijo el Free Walking Tour Cusco. Llegue a la plaza y uno de los guías me arenga al paso para ver sí voy a hacer el tour. Le da unos brazaletes verdes a unas chicas europeas que estaban al lado mío y a mi me deja pagando. Me acerco, el pibe cacha que no soy gringo ni europeo. Siento algo de rechazo de su parte. Le pregunto cuánto dura el tour. Me dice que tres horas. Y le agrega un comentario algo hiriente: «es un tour en inglés y es con propinas, con buenas propinas». Le digo que me de uno de los brazaletes. El agrega un flyer explicativo. En el volante hay una mejor explicación, siempre en inglés, sobre el por qué de la modalidad de las propinas, sobre el por qué e la propuesta. Me siento y espero.

Sobre la fuente de la plaza se fueron juntando viajeros dispuestos al tour. Para mi quedo muy en evidencia que soy el único latinoamericano que será de la partida -luego Luis el otro guía que coordinó el paseo me diría al final que no se había dado cuenta que no era europeo-.
Después de más de veinte minutos de estar sentado, los guías empiezan a llamar a los paseantes. Luis será el guía asignado a este recorrido. Comienza a hablar todo en inglés. Le cacho bastante, hace un año y medio que estoy haciendo cursos básicos de inglés que brinda la UNLP para los docentes. Tengo que poner mis conocimientos a prueba. Ciertos desafíos me incomodan pero en algo me gustan.
El guía habla de que la propuesta es recorrer otros sitios diferentes a los más comunes para los turistas. Habla bastante de no seguir los caminos del turismo tradicional. Habrá en el viaje un poco de eso. De hecho luego de la primera parada culinaria en un lindo restaurant del centro histórico, fugamos para las alturas de la ciudad. En la recorrida no habrá iglesias ni plazas. Tampoco se trata de una inmersión por los barrios de las afueras de Cusco, nada que ver. Habrá si varios lugares clave para contemplar y mirar la ciudad. image

Creo que la propuesta se centra en un relato histórico-económico-antropológico sobre Cusco -en el que se ponen elementos y saberes para pensar la historia y la sociedad peruana: de Mariategui a Galeano, de un cuestionamiento de la conquista y la dominación española hasta la noción de Carl Jung sobre la memoria colectiva, pasando por el concepto lavado del sincretismo- con recorridos por lugares de la ciudad que luego se podrán volver a visitar -ese restaurant donde probamos alpaca, una feria chik con ropa, indumentaria y cosas para el hogar con demostración incluida sobre el proceso para llegar a la «pura baby alpaca», un bar bien arriba de la cuesta san Blas donde probamos pisco sour que da pie para tomar buenos drinkis-.

Ecuación brutal y simplificadora: relato crítico + lugares de disfrute y compras. Una de las cosas más interesantes es que los europeos y yankis se tuvieron que morfar esa parla del guía. No son tarados y creo que muchos saben que es una interpelación a la propia historia colonizadora y al porque de la riqueza de sus países centrales. Luego de la ronda de piscos sour vino el momento de la propina, puse 20 soles. Pude ver que muchos de los otros paseantes, esos y esas de los países europeos también pusieron lo mismo.

Más sobre FWT en: www.fwtperu.com

 

 

 

imageEl viaje en bus de Lima a Cusco fue largo, más de veintidós horas con un atranco en el medio por arreglos en la carretera. Los cortes son pautados por la empresa constructora y la policía es la que se encarga de hacerlos. La parada de poco más de una hora estuvo buena. Al ser atrancos planeados, había muchos vendedores ambulantes alrededor de los micros, camiones, camionetas y autos que estaban la ruta. «Choclo con queso, Choclo con queso mamita», anuncia una seño desde la puerta del bus y levanta así a unos cuantos que no se habían dado cuenta de que habíamos parado.

La espera sobre la ruta fue al lado de una vista impresionante: montañas de la codillera y río. Las personas de los diferentes buses, vans y autos bajamos al río. Algunos a mojar las patas, algunos poquitos hasta se dieron un chapuzón. Algunas parejitas se sacaban fotos. Una chica peruana poso sobre las rocas y su novio le hizo un book de fotos. Una platea improvisada de varios grupos de tipos, en su mayoría jóvenes peruanos, se pusieron a mirarla. Dejaron de hablar, reír y tirar piedras al río. Se detuvieron y sus ojos fueron sólo para la mina.

El bus que se presentaba con un asiento de «180 grados reales» cumplía esa promesa. Además hubo cena y desayuno. También wi fi y pantalla propia de pelis y música. MB. Lo único el frío. Pusieron a la noche y al mango el aire acondicionado. Daban una manta de polar. Fui prevenido, lleve arriba del micro la manta violeta que me había llevado del vuelo aéreo. Esas apropiaciones caseras sirven, a veces, para algo. En este caso para pelear el viento que venía de adentro de bus y evitar un resfrío.

Cuando llegue a la Terminal terrestre de Cusco -una de las tantas terminales de buses de la ciudad- me encontré con los chicos mexicanos que había conocido saliendo del aeropuerto de Lima. Ellos iban en otro bus que también se retrasó. Hablamos de los que íbamos a hacer, ellos tenían ganas de salir directo para el Machu Pichu, les dije que a esa hora me parecía medio tarde. Nos tomamos afuera de la terminal un taxi hasta la Plaza de Armas. En el viaje recién supimos nuestros nombres. «Y a todo esto, cómo te llamas», me pregunto uno.image

Cuando bajamos fuimos una zona de Hostels en el centro histórico, yo tenía una reserva hecha para ese día. Ellos fueron a buscar otro lugar para quedarse en Cusco. Luego de un rato en el hostel Dragonfly, me fui a recorrer el centro histórico. Cusco es una urbanización de más de 3000 años, antiguamente la capital del imperio Inca -desde el 1200 A.C. hasta la llegada de los españoles-, luego una de las ciudad donde se acentó el virreinato del Perú y la dominación española, por entonces lugar de levantamientos indígenas y de matanzas de estos en la Plaza de Armas. Hoy además de una «ciudad patrimonio de la humanidad por la UNESCO», es una capital turística internacional de hoteles de todas las estrellas y Hostels para mochileros, agencias turísticas y Free Walking Tour a la gorra, iglesias, ropa de alpaca -hecha de sintético, 50 y 50 y «puro alpaca»-, Mc Donalds y el popular mercado de San Pedro. En esa andanza por el centro histórico fui y vine mucho rato por esa bellísima cuesta de san Blas.

image6 am. A esa hora arribó el vuelvo al aeropuerto internacional Jorge Chávez. Horario peruano. Creo que dos horas menos que en Argentina. Fueron dos vuelos. Hubo una escala de varias horas en Córdoba -esas estadías breves en aeropuertos que muchos hacen para aprovechar ofertas de líneas aéreas, que Lima, que México DF, que algunas ciudades de EEUU… muchos realizan ese esfuerzo de dormir mal por buenos descuentos.

El aeropuerto -grande, bullicioso, movilizado- no queda en Lima, sino en una otra localidad llamada Callao, que según decía el comandante del avión, se encuentra a unos quince minutos de Lima.

Intenté comprar un pasaje de avión para llegar a Cusco y así seguir la racha aérea. Pero no cabe en el presupuesto de este viaje. 91 dólares es un buen precio, pero es sólo para locales. Para los extranjeros se va a 240 dólares solo ida a Cusco, sin contar el 35% para los argentinos si no se paga en efectivo. En mi caso no cerraba por ningún lado. Demasiado para quitar al poco efectivo. Demasiado para pagar con tarjeta de crédito «en una sola cuota» como me recordó la telefonista de MasterCard. Intente también un llamado telefónico, pero creo que con las monedas que tenía no alcanzaba para un llamado local. Intente conectarme a internet -no hay wi fi en el aeropuerto-, así que había que mover.

Fui por la difícil, la que no recomienda nadie o recomiendan con varias salvedades las guías turísticas… Salir del aeropuerto -no en taxi que costaba 50 soles, propuesta sin comparación con los 2 soles del bus- teniendo como destino la avenida Javier Prado Este, la zona de la ciudad en la que se encuentran las terminales privadas de buses de larga distancia. Cada empresa tiene la suya para comprar y embarcar, incluso algunas tienen varios locales en relación al servicio que brindan. En la salida del aeropuerto me puse a hablar con dos pibes, mexicanos ellos de Yucatán, recién llegados como yo, con mochilas como la mía. Íbamos en busca de buses para ir a Cusco. Íbamos para casi el mismo lado de la ciudad. ¿Códigos? ¿identidad? ¿Lógica global de ciertos estilos viajeros? ¿cuestiones en común?. Algo de eso intuíamos los tres. Nos quedamos hablando en la parada -de viajes, de los lugares para parar en Cusco, me dijeron que querían viajar hasta Salta, también mencionaron a Jujuy, me preguntaron algo de como se dividen los territorios en Argentina- pero vino una bandada de buses y vans y terminamos tomamos micros diferentes -por eso de las diferencias de terminales- así que no pudimos ni despedimos. Quizá, por eso de las cosas en común, nos volvamos a cruzar en Cusco.
En esto no escamotié, fui por el servicio que parecía el mejor -ya lo venía siguiendo por la web-, aunque regatié el precio. Había precios en oferta pero para compra por internet. En el local el precio era otro. Terminé pagando el mejor servicio de la empresa CIVA -servicio que lleva un nada ingenioso nombre de «excluciva»-: promocionado por su asiento de «realmente bus cama 180 grados». Lo probaré a la tarde cuando se inicie el camino a Cusco. Mientras tanto en la terminal hay wi fi que provee la empresa pero están bloqueadas las redes sociales. Facebook y el iPad hacen fuerza y algo dejan entrar para que puede ver.

imagePero vuelvo a ese viaje en bus desde las afueras del aeropuerto. Con un anuncio a los gritos, pero siempre muy cordiales, una mujer coequiper del chofer dijo las palabras clave: «todo Javier prado». Para asegurame más le pregunté si iba para las terminales. No termine de hacer algo así como una pregunta o comentario para demostrar que sabía a donde iba, que ella ya tenía la respuesta. Como en muchos de los sistemas de buses en América Latina aquí también la gente sube y luego alguien pasa a cobrar. Ni bien subí, sumiso a las formas de contratación de micros que tenemos en Argentina o al menos en las zonas portuarias, me disponía a pagar e hice una pregunta boluda, como esas que delatan a un recién llegado:

– «¿es con monedas o con tarjeta?»

– «Con moooneeedasss», me dijo riéndose la mujer (eso de la tarjeta lo leí en algún blog de viajeros y además el bus era bastante nuevo, no era una van por ejemplo que también había por montones, con lo cual me lleve cierta impresión modernizante).

En todo caso, son formas que se acoplan perfectamente: máquina-artefacto moderno con estrategias caseras y populares de información y seducción orales (esos gritos anuncios), visuales (un cartel que la mujer temía en la mano y lo movía en cada esquina convocando a la posible clientela) y auditivas (el ruido del chasquido de las monedas para que la gente pague el boleto, el golpeteo de una moneda contra el techo del bus)…. Pero esas estrategias discursivas también se fundan en adjetivos para las personas… Seño, linda, mamita, joven, caballero, caballerito…

Recién arrancado mi recorrido, a las  8:15 clavado un gran, grandísimo, embotellamiento en la panamericana a la altura del predio de la PUCP. Seguro todos los días es igual. Refilones ente autos, vans, motocicletas, micros y caminos. Todos se mandan. Ningún choque. Más de una hora hasta llegar a destino. Tiempo en el que subió mucha gente y se improvisaron paradas en varias esquinas, en curvas, a mitad de cuadra…. esa mujer y sus formas tuvieron mucho que ver. Lo previsible y lo imprescindible se dan la mano.  La mujer del bus me vio atento, ya llegaba el momento de bajarme. Igual muy gentil me indicó: «es la próxima».

El plan de hoy es mover para Cusco. Allá me encontraré con mis compañeros de viaje en unos días. Allá estarán las montañas y las ruinas. Las caminatas. Más viajes. Ya tendré un momento grande en días para recorrer y conocer Lima. Eso es más adelante. Esto fue sólo una pisquita. Ahora me voy a un puesto de comida que vi en una esquina, a unas cuadras de la terminal, voy a probar alguna delicia culinaria callejera.

Luego de algunos intentos para que esta crónica circule por algún suplemento de cultura, si en esos suplementos conocidos, y que tuvieron su errancia (un envío que llegó y no tuvo respuesta, otro envío que terminó en un mail rebotado) ya no hice más insistencias. Lo comparto ahora para estos encuentros entre editores y autores que se traman en Zona Futuro en la feria del libro.

Los editores suben al escenario. Notas sobre el Primer encuentro de Talento editorial

Matías David López

imageLa literatura tiene su lugar en el caribe colombiano. El 30 de enero se inició la 9 edición de Hay Festival, uno de los eventos culturales que acoge Cartagena de Indias. Esta ciudad además de un tradicional balneario y puerta de acceso a otras playas caribeñas, es un epicentro cultural en donde se realiza gran cantidad de festivales: cine, música, jazz, teatro y en este 2014 tendrá su primera Bienal de arte contemporáneo. Cartagena se mueve desde los primeros días del año.

El Hay Festival está dedicado a la palabra. No es lo que se suele entender como una feria del libro sino, en palabras de su directora Cristina Fuentes, una «celebración de la palabra oral y escrita, de la literatura y del libro». El festival, durante cincos días, presenta y debate sobre literatura y todo el mundo que se crea en y sobre ella. Así el nutrido programa está integrado por charlas, presentaciones de libros y de nuevos autores, sumado a espacios de conversaciones con escritores reconocidos de la literatura iberoamericana y anglosajona -como Ricardo Piglia, Rosa Montero, Laura Restrepo y Cees Nooteboom-, analistas políticos y periodistas -como Jon Lee Anderson e Ignacio Ramonet-, recitales musicales y galas de poesía. Estas actividades forman un conjunto heterogéneo para perderse -y encontrarse- por la grilla y los lugares bellísimos de la ciudad amurallada. En fin, un festival que acerca a diversos actores del mundo de las ideas, el pensamiento y las artes.

Pero también en ese evento, hubo un espacio destinado a otros protagonistas, menos reconocidos quizá, de ese mundo: los editores y las editoriales. Este año, dentro de los diferentes programas -suerte de secciones del festival- se llevó adelante durante dos días el primer encuentro de Talento Editorial, un momento particular donde las editoriales de libros pequeñas y grandes, consolidadas y emergentes, independientes e institucionales tuvieron su lugar para compartir sus experiencias, escucharse y debatir. Algunos libreros independientes también fueron de la partida.
Talento Editorial, organizado por Paco Goyanes -de la librería Cálamo de Zaragoza- y la gestora cultural Ana Cañellas con el apoyo del Ministerio de Cultura de Colombia, la Acción Cultural Española y la Cámara Colombiana del Libro, contó con participantes invitados de varios países, en especial de Colombia, España, Inglaterra, México, Chile y Argentina. Asistieron de nuestro país, Alejandro Katz (Katz Editores) y Diego Bianki (Pequeño Editor) que integraron algunos paneles.

Si bien se puede pensar que el principal objetivo de este tipo de eventos es aproximarse a nuevos proyectos, observar las novedades editoriales y tener un mayor conocimiento del terreno editorial, el espacio sirvió además para desarrollar algunos debates sobre la proyección de las editoriales independientes, las diferentes políticas públicas de apoyo a las ediciones, los problemas existentes en la distribución y la visualización en las librerías: las relaciones con el mercado y el Estado. Por otro lado, no se trató de ver cómo llamar la atención de las grandes editoriales de Iberoamérica para colocar las producciones índies. Se plantearon propuestas y experiencias de formas locales, y que en algunos casos articulan de manera ingeniosa con autores, librerías y distribuidores, insertándose en partes del mercado que los editoriales mayors no atienden. Incluso buscando construir nuevos públicos lectores que se interesen por las producciones que estos editores promueven: libros infantiles, ensayos, novela gráfica y cómic, literatura «híbrida», novelas de autores desconocidos, non ficcion o libros dedicados al lenguaje popular como la lucha libre, la gráfica popular callejera o las formas -riquísimas, bellas y cotidianas- de los tacos en México.

En las mesas dedicadas a los proyectos editoriales nóveles tituladas «el editor es la estrella», se generaron algunos contrapuntos entre estos y otros participantes del encuentro. Así, desde el público, Alejandro Katz discutió la idea de asociar el ser un buen editor con independencia, pequeñez del proyecto, ser asiduo lector y no tener acceso a créditos. La calidad no se da necesariamente en esa ecuación. Para el editor y ensayista argentino también hay importantes proyectos editoriales en las grandes empresas. Planteó ser menos autocelebratorios y complacientes con el propio oficio, salir del «lado heroico». «Desromanticemos nuestro propio trabajo. Somos empresarios insertos en un mercado», disparó. Nubia Macías -directora del Grupo Planeta de México- que también se encontraba entre el público, levantó el guante -y retomando las observaciones de Katz- sentenció, «en este tipo de eventos los editores independientes sólo lloran. Es un rosario de llanto permanente. Hay que salir a disputar el público, si no se diluye el glamour del libro.» Al contrario, algunos de los integrantes de proyectos nuevos plantearon que, al momento, su tarea editorial es un hobby con el que no ganan dinero -incluso al contrario pierden- y es una actividad de la que no viven aunque requiere mucho tiempo. También desde la mesa de noveles proyectos, la panelista Jessica Aliaga Lavrijsen (Jekyll & Jill, España) dijo que no era una queja permanente sino una celebración del esfuerzo de la tarea de editor lo que ella había planteado. Otro editor joven, Felipe González Espinosa (Laguna Libros, Colombia), planteó que no entendía al mercado como un enemigo. El evento fue un encuentro entre grandes editores, otros consolidados, otros en vías de consolidación y otros nuevos y noveles, los «recién llegados» al campo editorial. Talento Editorial, fue un momento para el contacto, el conocimiento, el diálogo, la polémica.

imageOtro eje que marcó el encuentro, fue el rol del editor, en particular de los editores independientes. La mayoría de los panelistas planteó que es un oficio de riesgo. Pero hubo divergencias en relación a si tiene que ser un trabajo de especialización -para algunos ahí está la oportunidad de crecer- o si por el contrario hay que contribuir con un lenguaje común para generar esfera pública, como afirmó Katz. En similar sintonía, algunos plantearon a la edición como un punto de vista político. «Cómo hacer públicas las ideas a los públicos. Cómo hacer que tenga sentido la función de ventana», sugirió Pablo Rojas de la editorial oaxaqueña Sur+. Para agregar que las editoras son medios de comunicación «que hacen sentidos». En esa visión, «el catálogo es el equilibrio entre lo político y lo estético», marcado por la línea editorial que le da coherencia al trabajo, construida de manera colectiva, agregó Rojas. En convergencia con esas ideas, Valeria Bergalli de Minúscula editorial de Barcelona planteó, «empezamos a editar libros en voz baja. Realizando una ruptura respetuosa por entrar en las librerías y en los ámbitos donde las grandes editoriales no habían entrado. Buscando los resquicios sin una vocación de ser marginal. Buscando los lectores que podían ser los cómplices implícitos de nuestro proyecto editorial». Para esto, la política del catálogo es fundamental. Planteó al «catálogo como un punto de vista. Una toma de posición respecto del mundo, de lo que somos, de la sociedad. Ahí es donde se juega un editor». Esto es lo que identifica a la editorial, se construyen «catálogos perdurables y una constelación de libros, tratando hacer una política de autor». Esto da una estrategia del «como si» fueran una gran editorial. Intentando apropiarse de ese término, pero dándole una vuelta de tuerca, «ya que una editorial no se define por su tamaño. Lo que identifica es su catálogo. Somos pequeños pero ambiciosos», destacó y agregó que esta forma de priorizar el catálogo es opuesta a la especialización. En sus catálogos se pone enfasis en literatura híbrida o mixta, «autores singulares» y traducciones inéditas.

La profesionalización de los editores, de los libreros y del negocio del libro también recorrió las maratónicas e intensas sesiones del encuentro. La necesidad de fortalecer los vínculos entre los editores y los distribuidores, especialmente las librerías independientes, en un contexto global de pérdida de venta y lectura del formato libro, fue una temática de peso. Para pensar esto, se realizó una mesa específica donde se generaron muchas intervenciones y preguntas entre los panelistas y los asistentes.

La última mesa giró en torno a la tarea del editor en la «era digital», donde los panelista Katz y Macías, dialogaron entre sí. Por su parte, Katz manifestó que nos explicamos narrativamente, sea en soportes impresos o digitales, no habría de este modo, cambios cognitivos significativos. Para el editor argentino no todos producimos contenidos aunque sea accesible publicar en internet y los medios digitales. La producción simbólica es un trabajo arduo y dedicado, ahí es el espacio de los editores, apuntó. «La comunicación para que cobre sentido debe dejar huella, el Twitter está destinado a lo efímero y a la desaparición. Hay una alegría infundada sobre las bondades de la tecnología. Tenemos que ser críticos. El problema es que el público abandone los temas importantes». En respuesta, Nubia Macías argumentó que «la masificación tiene cosas buenísimas. Los chavitos ahora leen. Los alcances son buenos. La cultura no tiene que ser sólo de las elites, la tenemos que volver accesible a las mayorías». En todo caso, se trataría de la cultura letrada y del libro, y no de la cultura en plural, conformada por prácticas, discursos y lenguajes que en todas partes se crea.

En este contexto, la labor del editor como intermediario entre los escritores y los públicos ¿puede ser prescindible? Según Katz «¿quién es el que no intermedia cuando no está el editor o el librero? ¿Amazon lo hace? ¿La tarjeta de crédito lo hace? No va a ocurrir lo de la desintermediación. Busca una solución donde no hay un problema. La desintermediación es una idea precaria». Lo que es seguro es que se viene un escenario nuevo de reagrupamientos y para repensar el que hacer de editores y libreros.
En un panorama editorial marcado por la hiperespecialización, los segmentos de mercadeo y las fuerzas desbalanceadas entre pequeñas y grandes editoriales ¿que lugar querrán y podrán ocupar las editoras independientes de Iberoamérica? ¿Cuales serán sus armas para jugar el juego editar y comercializar libros de calidad, viabilidad y capacidad de influencia en el público? Las respuestas a estas preguntas apenas se empiezan a desandar.

imágenes: Ana colombina

FDACMA La PlataReseña Síntoma Curadores

FDACMA (y Estética del primer peronismo)

Matías David López

 

Contrastes

Experiencia contrastante, de choque, la que se puede encontrar -o al menos es la que me pasó- por estos días en el Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti”. Las políticas culturales estatales y emergentes tienen sus paradojas y quizá estas se potencian, en sus aciertos y desconciertos, cuando están juntas o son juntadas en el mismo espacio.

El miércoles 19 de marzo se daba puntapié en la sala principal a la “primera muestra” del Museo, según me comentó una de las trabajadoras del lugar. Unos días antes, el sábado 15 se montó en el “Microespacio”, una de las salas de exhibición del museo de calle 51, la fanzinoteca-videoarteca-muestra-carpeta “F.D.A.C.M.A. Seccional La Plata”, organizada por un colectivo que lleva el mismo nombre: Fundación para la Difusión del Arte Contemporáneo en el Mercosur y Alrededores.

Con ese título algo engorroso se presentan tres proyectos a) una interesante recopilación de fanzines impresos de Argentina y otros países de América Latina -que fueron enviados a partir de una convocatoria abierta-, que juegan entre la poesía escrita y visual, el diseño gráfico y el grabado; sumándole dispositivos de TV que reproducen algunos ensayos audiovisuales; b) una muy completa carpeta de investigación (titulada “Proyecto CADA”), en la que se expone en formato de entrevista transcrita, un panorama de los grupos y experiencias en artes visuales de La Plata y del resto de la provincia de Buenos Aires; por último, c) una muestra (que es parte del proyecto titulado “Colección permanente”) con obras de pequeño formato de veintisiete artistas del mercosur y tres artistas emergentes de la ciudad (Dani Lorenzo, Julia Dron y Florencia Cugat), que brinda un interesante panorama de las producciones y productores de la región.

Esta propuesta estará en el museo durante varias semanas de marzo y abril, en las que además se realizarán actividades presenciales como charlas, ciclos de poesía y maratones de videoarte. Otra interesante proliferación es que la fanzinoteca seguirá su recorrido en la ciudad, ya que luego de la muestra continuará ampliándose en el Galpón de Encomiendas y Equipajes de La Grieta. Actividades todas que seguro tendrán como dimensiones positivas el encuentro, el intercambio y la producción.

En mi propio desfasaje no asistí a la inauguración de la “muestra de la F.D.A.C.M.A.”, a la que según me contaron fue mucha gente. Sin embargo, como anuncié al comienzo de la reseña, había otra muestra que era “la primera” del 2014 en el museo -y que contó en el día de su inauguración con el Director del Instituto Cultural de la Provincia, Jorge Telerman- se trata de “Estética del primer peronismo (1946-1952)”, organizada conjuntamente entre la Dirección de Artes Visuales y el Archivo Histórico Provincial «Dr. Ricardo Levene». Con ese título, quizá algo engañoso, se presentan quince óleos sobre tela de algunos destacados pintores argentinos: Benito Quinquela Martín, Carlos Ripamonte, Fortunato Lacámera, más importante que los nombres, varias obras son muy destacadas como “Tierra de labor” y “Caramelero de mi barrio”. Pero se trata de figuras y producciones que no podemos relacionar inmediatamente con la re-archi-conocida gráfica peronista, sino que se trata de un vínculo con el peronismo algo más sutil.

Debo aclarar que el primer día que fui a la muestra, el martes 18 de marzo, llegué sin saber que ésta se inauguraría al día siguiente y ni siquiera sabía de su existencia. Llegué cuando los trabajadores del museo estaban terminado de montarla y me dejaron entrar: se encontraban pegando el vinilo con el título, faltaba colgar dos cuadros de la muestra y el banner promocional en la fachada del museo. No había por eso mismo, catálogos y la información con la que disponía era el texto curatorial o de presentación de la muestra, pegado sobre una de las paredes. Indagando un poco más por la web, pude observar que se trata de obras que fueron adquiridas por el museo provincial durante esos años del “primer peronismo”. Por lo que, si bien las obras seleccionadas en aquel momento -y en la presente muestra- privilegian la estética realista por sobre otras estéticas -como anunciaba el texto- no se corresponden todas las obras temporalmente con el peronismo: así algunas están catalogadas en 1930, otras en 1940. El juego que propone la muestra es hablar sobre lo inaugural de las políticas de acceso a los bienes culturales propuestas por el peronismo -en el que se incluye no sólo la conformación de patrimonios artísticos, sino la propia construcción de museos, como el provincial de Bellas Artes- y a su vez marcar la orientación popular de dichas políticas, al privilegiar el “realismo” por sobre lo abstracto.

La necesidad de archivar

Seguro sin proponérselo, ni la directora del museo, ni los curadores y organizadores, ambas muestras, o mejor la “primer muestra del año del museo” y la propuesta de varias dimensiones de la fanzinoteca-videoarteca-carpeta-muestra, buscaban hablar sobre la necesidad de los archivos, del patrimonio cultural y artístico de un/unos momento/s. En las políticas del “primer peronismo” podemos imaginar y argumentar cuáles serían esas necesidades: una apuesta por refundar el Estado-Nación, de volverlo un actor fundamental no sólo en el desarrollo económico del país, sino en la articulación del lazo social nacional. Pero en las experiencias contemporáneas locales de la producción y gestión del arte, un poco más cerca de la vida cotidiana,  de la producción a pequeña y mediana escala de obras y muestras y, sobre todo, mucho más alejadas de las decisiones estatales-institucionales ¿cuáles otras necesidades hay para generar patrimonio, para (ponerse a) archivar? DSC_0024[1]

Nico Cuello, plantea con mucho acierto en el texto de presentación de la muestra (en la versión extendida que se encuentra en la web): “La irrupción en la década de los ’60 de la crítica institucional en el campo artístico significó la aparición de un conjunto complejo, y poco homogéneo, de prácticas dirigidas contra las instituciones del arte, los condicionamientos del ‘cubo blanco’, la funcionalidad de la producción cultural a los discursos dominantes, y su reproducción de matrices de pensamiento y representación multiplicadoras de la desigualdad social.” Esas crítica certeras y directas en los 60’ cómo se conectan en el hoy con la producción y las apuestas actuales. ¿Hoy en qué apostamos? ¿Qué criticamos de la “institución-arte”? ¿Qué no criticamos?

 

La necesidad de preguntar

Pero, hagamos de inmediato otras preguntas incómodas: ¿qué es un archivo?, ¿para qué constituirlos?, ¿para qué hacer muestras de archivos?, por qué habitamos un momento donde proliferan en el campo artístico “los archivos”, como temática, como investigación historiográfica del arte y como propios dispositivos de exploración artística. Recopilar, clasificar, seleccionar son dinámicas comunes en la vida cotidiana y también en las prácticas ligadas al arte.

Podemos considerar que un archivo sirve y significa en tanto las preguntas que se le hagan a ese archivo. Si no se lo interroga pasa a ser un montón de papeles, de cajas, de carpetas o folios que juntan polvo en estantes o malwares en la compu. Un archivo es en tanto las preguntas que se le hacen. Y esas preguntas serían, en este caso, sobre sobre la producción (de microespacios) de cultura, en sus formas, sus elementos, sus regímenes estéticos, sus apuestas individuales y colectivas: el fanzine -un registro que esta en el borde de lo artesanal y lo artístico- y el “video-arte”, bastante más legitimado en el mundo del arte como parte de los “nuevos lenguajes” desde los años 60.

Quiero apuntar una cuestión más, que va en la dimensión comunicacional de los proyectos. Para quiénes hablamos con las muestras que hacemos, con quiénes dialogamos -remarco el nosotros, porque me incluyo-, cómo las comunicamos, ya que un punto fundamental de la producción cultural es generar conversaciones. ¿Puede ser convocante para la comunidad platense o bonaerense una muestra titulada “FDACMA Seccional La Plata”? ¿Una muestra de arte emergente con sus colores y siglas puede convocar por estar en un espacio institucional de arte?. En todo caso, hay ahí una oportunidad para amplificar los públicos, queda por ver cómo se la aprovecha ¿O sólo se busca que asistan personas del “mundo del arte” que no van a los espacios alternativos a ver artistas emergentes? ¿Una muestra como ésta ”toma” al espacio institucional para generar “una nueva institucionalidad”, como lo explicita en su presentación? La crítica institucional se completa y potencia cuando desde adentro y desde afuera de la institución se la pone en cuestión para modificarla. Y así volvemos a la pregunta por el archivo que se puede ampliar a las muestras y a los museos, quiénes pueden entrar para hacerlos, diseñarlos, construirlos y quiénes quedan afuera de ese reparto.

Notas: 

1.  Para un acercamiento a esta experiencia: http://www.fdacma.com.ar

2. Como retoma la agencia de noticias Telam de un comunicado de Instituto Cultural en 1947, se puso en marcha el Plan de Difusión y Divulgación Cultural elaborado por la Dirección de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, de la que dependía el museo. De esta manera, el patrimonio se acrecentó y los estudios arrojan la incorporación de 347 piezas”. Disponible en: http://www.telam.com.ar/notas/201403/53870-exponen-obras-del-primer-gobierno-peronista-en-la-plata.html

3. Simon Reynolds, con una critica acida, tribunera y sin mirar a lo que él mismo hace como analista cultural, plantea en Retromanía: «las mismas personas que uno esperaría que produzcan (en tanto artistas) o defienda (en tanto consumidores) lo no convencional y lo innovador: ese es justamente el grupo más adicto al pasado. En términos demográficos, es exactamente la misma clase social de avanzada, pero en vez de ser pioneros e innovadores han cambiado de rol y ahora son curadores y archivistas. La vanguardia devino retaguardia». Lo que habría que agregar es que en las condiciones actuales no se plantean sólo archivos del pasado, sino del propio presente y ahí radica una novedad en las prácticas artísticas, curatoriales e investigativas.

4. Video y texto disponible en: www.youtube.com/watch?v=rPTBZEBpDKU

5. En la trigésima Bienal de Sao Paulo (2012) se presentaron interesantísimos proyectos como el de Hans Eijkelboom con series de retratos fotográficos de las maneras de vestirse de las personas en diferentes ciudades; el registro-archivo de la performance extrema/rutina diaria de Tehching Hsieg; el “index” de autores y palabras propuesta por Alejandro Cesarco y una instalación de cuadros tapados cuya única forma de conocerlos era recorrer el catálogo-archivo digital en una Mac, propuesta tautológica con el propio hacer de los archivos de obras de arte, realizado por Rossell Benet.

6. Gracias Ana Colombina!, dialogar con ella fue fundamental para esta idea. Ella es una chica que, entre otras cosas, indaga archivos administrativos -de correspondencia y expedientes- en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata para pensar ahí las prácticas antropológicas.

7. ¿No hay una un excesivo uso de la sigla como referencia?

Reseña: “Víctimas del Baile”  muestra de Falo papas (Augusto Turallas)

23 de noviembre – Galpón de Encomiendas y equipajes de La grieta (18 y 71 – La Plata)

 Disponible en Síntoma curadores

por: Matías David López

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¿Por un nuevo canon?

El “rock platense” tiene sus hitos y sus mitos. Alguien me contó alguna vez que estuvo cuando Luca Prodán tocó en la ciudad con Patricio Rey. Yo estuve entre el público en los

primeros recitales de El Mató a un policía motorizado, Norma y Sr. Tomate! allá por los años 2004 y 2005 -que para mí son zarpados hitos!-.

Pero, del lado de los mitos se construyen ciertas visiones historiográficas (temporales, casi lineales, casi episódicas) que dicen que la movida rock en la ciudad se gestó hacia fines de los 60’ con La Cofradía de la Flor Solar; que a inicios de los 80’ tomaron el relevo Los Redondos y Virus, alcanzando gran popularidad -“masividad”- y rotación en las radios cuando migraron a Buenos Aires; que en los 90’ el punto máximo se da con Peligrosos Gorriones -“elegida banda revelación del 93 por el Suplemento Joven de Clarín”-; y en los 2000 Mister América primero y luego el “indie” desarrollaron la Historia que llega hasta nuestros días. Hay músicos y también habladores y escribas -en el mejor de los sentidos- que abonan y sedimentan esta visión. Es la que generó cierto canon de cómo “se hizo”, devino y es el rock platense; planteó -y buscó legitimar- cuáles son los parámetros para entender la “cultura rock” (y, por ejemplo, comparó a la “escena” de La Plata con el Manchester del pospunk). A su vez, esta mirada empalma rock a juventud, cerrando el círculo: primero, el rock -la cultura rock- es la expresión más importante por sobre otras -las artes visuales, el graffiti, la literatura, el fútbol, el teatro y las artes escénicas-; y luego, en lo musical también -despojándose así de la cumbia, del folklore, del candombe, del rock stone y del metal-. Así la cultura rock es la cultura joven en la ciudad.

Todo encaja con cierta armonía -la de los hechos consumados y conocidos-, la del discurso que construye representaciones a adoptar. De aquí salen modelos y moldes, (in)posturas y recortes, se arma “la escena”, se ponen a prueba las “esencias”, se construye una identidad y se de-marca -los términos y actores de- una “época”.

Si La Cofradía -con influencias del situacionismo- cuestionaba la representación en favor de la expresión y la presentación (el acto como un fin en sí mismo, el medio como un fin o un objetivo). Ahora recurrimos y nos encarrilamos en las formas de representación. Momentos, estos, de elocuencia y “acuerdo”. Si Moura planteaba no querer ver la ciudad con una onda determinada, en la última década en La Plata -donde se dio amplia difusión a esta Historia de la cultura joven-, nos encerramos en una onda determinada y que determina. De esta manera, se acentuaron las ideas de “aldea”, de medidas justas e ideales de la ciudad, de “semillero de bandas” de “escena consolidada” -escena en donde muchos espectan, para tomar una palabra de Guy Debord- y de un recorte “epocal”. Hoy existe un convivencia y dependencia entre los que “hacen rock” y los que “escriben y hablan sobre rock”. Ahí parece haber una articulación.

Pero también hubo y hay intentos de generar otras miradas, un perspectiva si se quiere genealógica -que no rechaza la historia pero se resiste a las linealidades- que va a los saltos, construye de a trozos, con lo que tiene disponible, teniendo presentes las afinidades y también las diferencias; lo hecho y lo no cerrado y, quizá, que no se puede cerrar. Aquí la cultura rock, lo joven, la escena, las identidades son una promesa por cumplir y un problema a desentrañar y complejizar; son certezas y ambivalencias. Por lo tanto, no son prácticas, elementos y categorías a canonizar o disponibles para armar postales. En y sobre ellas habrá que preguntarse por lo que generan y reparten y por lo que no generan y excluyen; por su plasticidad y estéticas, y por su politicidad y éticas.

Ambas posturas aportan lecturas y sentidos. Contribuyen a los discursos sociales: periodísticos, académicos, musicales, de sentido común sobre la cultura joven. Pero ¿y el canon?, ¿lo necesitamos? ¿precisamos uno nuevo? Quizá sí, sólo a condición que no estabilice, no esencialice ni tranquilice lo que es movimiento -casi una de las invariables de lo canónico-. Y a su vez, plantee la politicidad -la inscripción y potencialidad crítica y transformadora- de toda práctica y producción cultural.

Tocar… pintar y escribir

Ahora, algo que dejamos entrever más arriba, sobre la relación entre el rock y otras expresiones que se dan en la ciudad. ¿Cómo se constituye la articulación entre la escena rock y otras escenas tanto musicales como de otras expresiones (las artes visuales, la literatura y la poesía, por dar dos ejemplos). ¿Hay articulaciones y confluencias o esas expresiones integran la escena rock -como en muchos eventos se sugiere, por ejemplo en “Ciudad Alterna”-? ¿La escena rock articula al resto? ¿Ese resto se siente dentro de esa cultura rock? ¿O son puestas sólo como ornamentos “entre banda y banda” o en un “escenario paralelo”?.

Podemos entender y plantear que la escena del rock local es la más conocida, la que tiene ilustres referentes en la ciudad y en el país. Pero la emergente (y cada vez más consolidada) escena de artes visuales -una amplitud que va desde lenguajes y formas como las pinturas y grabados, hasta instalaciones, “video-instalaciones” y fotografías; que comprende un circuito de galerías, espacios y curadores(1)-, así como la reciente emergencia de una nueva escena de la literatura y la poesía -expresada en emprendimientos editoriales, recurrentes presentaciones de libros y revistas, así como espacios y ciclos específicos destinados a estas artes de la palabra(2)- podría hablarnos de escenas con sus propias lógicas y estéticas, que no necesariamente tendríamos que integrarlas a la cultura rock, incluso entendiendo que ésta no es solo “hacer música”, sino que se constituye y afirma en sentidos, posturas, con palabras que no son canciones y afinidades.

La Plata no se acaba nunca

A fines del año pasado leí una crónica -en el diario De garage, el espacio de comunicación gráfica y virtual más interesante para seguir la escena de rock- que repasaba todo lo que había sucedido en el 2012 en relación a la escena cultural alternativa de la ciudad. Allí se afirmaba algo que me puede parecer lindo pero que no puedo aseverar… “La Plata aloja un mundo subalterno donde se reproduce el circuito independiente más potente del país”. Me parece que esa primer postura que mencioné antes y que canoniza la cultura rock de la ciudad, piensa en estas cosas y de este modo; en “lo más”. Además, esa nota cerraba con una afirmación que aquí lo planteamos como interrogante: “Una permanente fusión entre ramas artísticas que lo único que logra es postular a la época actual como trascendental.” La fusión, o como aquí nombramos, la articulación, los cruces, las convergencias entre expresiones artísticas y culturales en la ciudad parecen más incipientes que consolidadas. Planteando estos grises, estas tensiones, podemos celebrar “la fiesta” que es ese gran movimiento heterogéneo de la cultura alternativa -¿alternativa a qué?, ¿popular? ¿joven?- de la ciudad, integrada por centros culturales autogestionados y radios comunitarias, bandas de música, poetas y literatos, artistas plástico-visuales, interventores y pintores callejeros, galerías, galeristas y curadores, talleres de producción y pequeños espacios de cultura.(3) Como propuesta para seguir la conversa y reflexión, podemos plantear una hipótesis productiva: que no hay que cargar todas las expresiones culturales en el haber de la cultura rock.

Víctimas y sujetos

Esta reseña es sobre una trama -así lo intentó desde ese inicio analítico- y específicamente tiene que hablar sobre una muestra que oportunamente sirve para plantear algunas preguntas que se vienen ensayando. “Víctimas del baile”, muestra de tapas alternativas de discos de bandas de rock local que desarrolló Augusto Turallas, integrante del colectivo Falo Papas, se inserta en estas discusiones. Busca construir su propio recorte, haciendo una propuesta “epocal” al tomar las últimas dos décadas de bandas, de obras musicales y discográficas: desde el disco inicial de Víctimas del baile en 1993 hasta los recientes “Apostasía” de Crema del cielo y “Vol. I” de Güacho.

La muestra está integrada por doce grandes bastidores de 1,5 m x 1,5 m que emulan el formato de un CD a gran escala; quizá esa decisión se deba a que esa forma es con la que mayormente adquirimos música en esos veinte años que recorre la exposición (que pasamos y mezclamos el cassette, el compact disc y los formatos inmaterializados del mp3 descargable y copiable y las escuchas desde la “nube”).  Las obras de Turallas están realizadas en acrílicos y en su mayoría además están barnizadas. La idea de laquear remite a lo sintético y perdurable de las impresiones digitales, como por ejemplo, en las tapas y los libritos de álbumes de música. Pero hay dos cuadros-tapas que no tienen ese tratamiento de brillo y quedan con un look “satinado mate” con dos plenos rojo y azul de fondo. Además del gran formato, hay otra decisión curatorial: la no referencia documental de las tapas “originales” que esos discos; lo que invita a curiosear por bateas, pilas de discos o por la web en busca de ellas. Y otra decisión más, que la muestra se inicie en su propuesta de recorrido con un cuadro-tapa de una banda que tal vez no exista más allá de la muestra /o desconocida /o que pocos saben de su existencia /o que ni siquiera tenga un disco es provocadora; con lo cual ese cuadro funciona como iniciador de una propuesta visual de “arte de tapa” para una banda ¿nueva?. Se puede encontrar allí un vínculo entre la escucha (futura) y la visual (presente), entre lo audible y lo visible. Y abre la posibilidad también de algo por-venir.

La idea-eje de la muestra es pensar el rock también como un arte visual. Como dijo el propio artista en recientes entrevistas aparecidas por la inauguración de la muestra, “El rock es un ritmo perfectamente bailable, y todos los que disfrutamos del género somos víctimas de eso. Hay un ritmo muy del rock que cuando aparece te inventa la necesidad de movimiento. Ese ritmo es una educación, un asunto que empezó en el occidente de posguerra y se fue extendiendo de a poco y haciendo bailar, y transpirar, y emborracharse y coger y chocar el auto a varias generaciones. Y si querés me pongo paranoico y te digo que hay dos maneras de someter al hombre: hacerlo laburar hasta que se caiga muerto, o entretenerlo hasta que también se caiga muerto. Ahí es donde el baile nos transforma en sus víctimas. Y lo disfrutamos, claro.” Así, la idea de víctimas viene a jugar con lo que el rock hace con nosotros, la invitación casi irresistible de bailar, una invitación al choque, a la rotura. Pero no sólo lo que el rock como música bailable nos induce, sino lo que “el sistema” -espectacular y tecnocrático- produce, en tanto formas de dominio que aceptamos. Sin embargo, en esa posibilidad de baile, de disfrute y de goce se encuentra la potencialidad de cuestionar y reinventar esas formas de poder. Activar, performatizarse, hacer acto al verbo -y a la canción, y al disco y sus tapas- producirse sujeto para salir de la sujeción.

(1) Algo de esto se analiza en un trabajo que se editará a fin de año y que releva la actual escena de artes visuales en la que confluyen prácticas de producción artística, prácticas de gestión de espacios y prácticas curatoriales. López, Matías David. “Lugares de vida. Nueva escena de espacios culturales emergentes de exhibición en la ciudad de La Plata” en  Fernández, Mariano y López, Matías David. Lo público en el umbral. Los espacios y los tiempos, los territorios y los medios, La Plata, IICom-UNLP, 2013.

(2) Pensamos en las recientes apuestas de Club Hem Editorxs, Pixel editora, Librería y estantería Malisia, los eventos “Capricho”, “Triciclo” y “Ciclo Semilla”, y las andanzas de Festín Mutante, entre otros.

(3) Una buena entrada para la discusión sobre la “cultura joven” y las políticas culturales sobre ésta se encuentra en Síntoma Curadores y Daniel Badenes. “Reseña #04. Festival Arte Joven 2013”, agosto 2013. Link: http://issuu.com/sintoma/docs/resena_04

:: Links ::

Esteban Rodríguez. Por los caminos del rock, Mar del Plata, Ed. Azulpluma, 2009.

Patricio Cermele. Yo no me caía del cielo. Redondos: genealogía de una postura, Buenos Aires, Ed. Milena Caserola, 2013.

Matías David López. “La organización de la cultura. (Notas a propósito de la muestra ‘Todavía no llegó el cocinero – Ruta 5’), blog hartoandar, diciembre de 2012. Link: https://hartoandar.wordpress.com/2012/12/30/la-organizacion-de-la-cultura-notas-a-proposito-de-la-muestra-todavia-no-llego-el-cocinero-ruta-5

Síntoma Curadores “Reseñas”, 2013. Link: http://issuu.com/sintoma/docs

La Fábrica de manteca, FM provincia 97.1

Feinmann: bardeo y castigo de la diferencia

Matías David López

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Criticar y pegarle a Feinmann parece, ya a esta altura, un ejercicio fácil. El progresismo y la izquierda que siguen en el día a día a los medios y sus operadores se indignan a menudo con Eduardo. En las carreras de periodismo, en charlas, talleres y otros espacios de formación y debate sobre medios y derechos humanos, libertad de expresión y medios, política y medios, etc., no suelen faltar algunas (o mejor, muchas) risas irónicas y hasta carcajadas para demostrar la diferenciación, la indignación, el fastidio, el rechazo cuando se proyecta algún video de cómo Eduardo Feinmann –“el Feinmann malo”, se llega a decir- (mal)trata, literalmente, sin muchas vueltas a algún entrevistado.

El periodista se monta seguido en algunas peleas y cuestiona a jóvenes estudiantes que se ponen a luchar, a padres que defienden a los estudiantes que protestan –el lugar de los adultos responsables es el lugar en que suele encontrar la “raíz” de los problemas, el origen de la falla-, a los que consumen drogas, a los que cuestionan la penalización actual de los consumidores de drogas, a los laburantes que cortan una calle por un reclamo y así sigue… Ese mal-trato es su forma de tratamiento y abordaje temático. En este breve artículo, al tomar a este personaje mediático “polémico” temo caer en eso que quiero cuestionar. Creo que voy a caer pero espero levantarme.

Bastante seguido luego del arranque formal de una entrevista, Eduardo Feinmann comienza con un bardeo de preguntas, un examen o un interrogatorio al que tiene enfrente o en pantalla partida. Por ejemplo a los estudiantes les pregunta irónico: “¿Dónde queda Comodoro Rivadavia?”, “¿Cuándo fue elegido Raúl Alfonsín?”, “¿Cuántos fueron los chicos desaparecidos en La Noche de los Lápices?”… luego imparte sentencia: “¡Volvieron los nenes tomadores de colegios!” anuncia, soberbio, el periodista de C5N y Radio 10.

Feinmann no construye la retórica del periodista que no conoce y buscar comprender. Su postura es un gesto de verdad. Sí entiende lo que pasa y no comparte la lógica de juntarse colectivamente para reclamar y buscar cambios. Desde su concepción, nada bueno puede salir de un pendejerío puesto en acto dentro de un colegio. Para él ser parte de las instituciones es pasar y no chistar. Todo se cierre en “andá a estudiar”. En ese sentido, Feimmann no la caretea: desacuerda, bardea, insulta –“son unos conchudos”, una de sus máximas barderas-. Nada de neutralidad, nada del mito de la objetividad periodística: confrontación y litigio. “La toma es un delito”, “estos nenes sin pichones de piqueteros”, “con tal de no estudiar, cualquier cosa”. “vas a ser adulto para votar, entonces vas a ser adulto si te tienen que condenar”, según Feinmann actualmente a los 16 años “hay imputabilidad en joda”.

En su confrontación hay conceptos que entran a jugar pero en la que no caben las diferencias: de lo que es lo público, de lo que es ser adolescente, de lo que es hacer lo correcto. En el orden discursivo que construye, Feinmman emprende día a día una batalla ideológica. Pero cabría agregar que esos conceptos son afectos y efectos: posiciones del sujeto, decisiones políticas y estrategias de acción. Para Feinmann estas se cierran en el orden y funcionamiento. Para él, como para muchos funcionarios.

Una primera conclusión. Esta forma de ejercer el periodismo vulnera los derechos de los jóvenes que Feinmann estigmatiza, ya sea porque luchan por la educación pública y de calidad, porque tienen contacto con las drogas o porque tienen conflictos con la ley… En este sentido, hay que ser claros y precisos sobre ese efecto para denunciarlo.

Segunda conclusión, vinculada con la anterior, el odio que ejerce Feinmann se funda en sostener un reparto desigual, en seguir abonando una sociedad de los pocos. Aunque en sus programas se muestra como un repartidor equitativo de la palabra, él siempre tiene la última palabra que cierra sentidos, que sostiene la separación y el castigo “anti-pibe”. En este sentido no parece lo mejor decir que para odiar hay que querer. El odio es, en esta posición, un paso necesario para sanear la sociedad.

Quizá sea preferible tomar a Feinmann no como un representante de un pensamiento “de derecha” -esa es la salida más fácil, menos conflictiva, apacible y tranquilizadora para aquellos que no son derecha como él-, sino como sujeto que con su agencia conecta con las agencias de otros que ocupan diferentes posiciones para arriba, para abajo y para sus costados también. Y ahí está el problema –político-: cuando un discurso mediático no organiza la realidad y el mundo por entero sino que se inserta –ocupando un espacio fundamental en la construcción de imaginarios- con otros discursos sociales que también estigmatizan, también criminalizan, también castigan, también producen separación y odio.

¿Acaso eso no pasa también con el “discurso jurídico”? ¿No es también esa la propuesta del gobernador Scioli y su nuevo ministro de seguridad Granados para “mejorar el espacio público”, con más “patrulleros y cámaras de seguridad”? ¿No se conecta con la acción de desplegar gendarmes por las calles para “combatir la inseguridad”, propuesta por el Secretario de Seguridad de la Nación Berni? Acaso el fogoneo que muchos medios realizan sobre los reclamos por la inseguridad que llevan adelante varios sectores sociales ¿no se enlaza con ciertos sentidos previos, que se actualizan a cada rato? Estas demandas de control y castigo se encuentran en formas sutiles y en formas nada sutiles, brutales como lo hace Feinmann.

No es un juego de qué va primero, si el discurso mediático u otro discurso o cuál tiene más poder, sino de comprender la complejidad que existe cuando distintos discursos, sujetos y acciones que ocupan lugares diferentes en las fabricación de sentidos sociales, se enlazan para pedir más policía y, por lo tanto, menos política.

Este texto integra la revista LA GRIETA DIGITAL Nº 11

Matías David López

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